miércoles, junio 28, 2006

Un cuento

La mujer del vestido rosa dijo que sería honrada: la primera que hizo algo así fue una señora de unos ochenta años que había jurado por la sombra de su finado esposo que sólo la sacarían de la casa con los pies por delante, y así fue que los carabineros la encontraron en el umbral de la puerta vestida como para una fiesta y tiesa como un fiambre.
Lo interesante es que desde esa fecha, hace cuatro años, todos los arrendatarios que se han atrevido con la casa, explica la señora de rosa, y que han dado fecha para el cese del contrato, han encontrado la muerte en alguna de sus formas.
Como el profesor que a un mes de entregar las llaves de la casa, fue hallado colgado en el baño, algunos dicen que por un problema amoroso (y lo fue, no crean lo que dicen que estaba con depresión, o algo así, no, sino pregunten por los furtivos pasos nocturnos de una colegiala que aparecía en las mañanas con su bolso y su jumper); o la pareja de recién casados que habían decidido ir a vivir al sur y que en el viaje hacia esta oficina se encontraron con dos toneladas de fierros amarillos que los despacharon violentamente en esa esquina, allí en donde ven el poste medio doblado.
Entonces, ya que he sido suficientemente honrada con ustedes, dice la señora de rosa, mirando a ambos de hito en hito, pregunta ¿cuánto tiempo piensan arrendar la casa? La señora mira a su esposo con ojos de miedo y abre la boca para decir que habíamos pensado estar...

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