lunes, agosto 28, 2006

Orange County y la familia

En una de esas tardes en que te quedas pegado, rodeando el televisor, buscando informaciones, pero no tienes más ganas de trabajar que las justas como para que paguen el cheque y puedas pensar en cosas más entretenidas que perseguir contadores y/o gerentes, me dio la manía de surfear por la oferta del cable y vamos que me quedo en un canal medio perdido (sobre el 50, o sea), y más exactamente en una película llamada "Orange County" (tomad nota oh, amigos).
Y bueno, siempre me atraen las producciones con guiones simples pero poderosos, esos guiños que te hacen un cariño en la espalda y te viene el saborcito de que no estás tan equivocado, que son los demás los que inventan estupideces para joderse la vida. Y gratis, por lo demás.
Entonces todo que se mueve y click, que es el tema que nos ronda esta semana, me digo (siempre tengo esa sensación de que las conversaciones son circulares y que todo tiene un sabor a "ambiente" discursivo, más que una coincidencia, que sería como darle la cualidad de mágico a lo que nos pasa todos los días, pero bien). El tema de la semana es el concepto de familia.
Porque en esta película, así como en Los Fabulosos Tannenbaum, o Los Locos Adams, o Hechizo de Luna, o todas las que me gustan de verdad, tienen que ver con eso de las relaciones familiares poco convencionales, con lo políticamente incorrecto que significa ser padre o hijo(a) en este dosmilytantos. Y en toda época, no hay que ser remilgado.
Entonces, ahí, pegadito a la silla, saboreando los nooddles (que buen invento chino), que me sonrío cuando hay gente loca y desesperada por parecer normal, por tratar de tener una vida "acorde con lo establecido", cuando de verdad siempre estamos reescribiendo las normas.
Como cuando voy a la Clínica y visito a la amiga Javiera, orgullosa madre de cuatro kilos de ser humano (y hembra, así que más ser humano aún), y me regocijo cuando la veo en su mezcla jovial de alegría inmensa, sorpresa por esto de la maternidad y, especialmente, por su total y profunda falta de histeria ante la posibilidad de no dar con el ancho. Hasta yo, que soy de esos neuróticos de siempre, me puse nervioso ante las piruetas que hizo con su bebé, sin miedos, sin complicaciones, con un cariño que suplía todo lo que uno (supone) que se debe hacer.
En eso voy el fin de semana a un cumpleaños con mi amiga Paula, que debe ser algo parecido a ir por las Sirtes y encontrarte con Scilla, porque la fiesta era de una prima de ella y que no había visto en tiempo. Y bueno, la acompañé para que no dijera que soy una mala persona.
Todo bien, con los amigos papis y mamis de la festejada, hasta que me empezó la depre, en especial por los desconocidos que me rodeaban y que alegaban, desde una pareja a la otra, sobre la ventaja de una casa de más de seismiluefes y que top vivir con la abuela al lado y la mamá enfrente y esas cosas entretenidas.
Allí fue en donde se cerró mi círculo y comprendí que las reglas son privativas de los contratos (explícitos o implícitos) que nos damos con los otros. Hubo un tiempo en que me hubiese emputecido por el discursito, pero ahora me dió por tratar de entenderlos y que su felicidad (que no es la que yo busco, ciertamente) era válido dentro de su propio y particular mundo (pequeño, limitado y obtuso, pero mundo al fin, je).
Mi problema, entonces, es que siempre al final se me sale la bestia de la intolerancia (como le dije a mi hermano el día de su cumpleaños: "Si, estoy viejito de edad, mañoso y jodido") y sólo me queda en refugiarme en la imagen de las manos de la Clarita entre las manos de sus padres y que no importa que muchos de los que conozco estén en la parada de decirte, como las viejas, "que no hay que estar solo". Ja.
Así como la cesantía, la soledad no existe. De verdad. Y todo lo que pareciera ser un sentimiento de soledad no es más que un pobre simulacro de autoflagelación. Todos los que nos rodean son nuestra familia. Todos nuestros amigos son nuestros hermanos elegidos (los de verdad). Una estructura que puede ser disfuncional, pero que nos satisface interiormente, que nos acomoda porque somos nosotros mismos quienes ponemos las reglas, normamos las formas en que nos queremos y damos cariño.
Quizá por eso a todos mis queridos partners nos gustan Los Simpsons, Los Soprano y Six Feet Under. Quizá por eso no tengo amaneceres solitarios e incluso me escapo de situaciones en donde no pueda encontrarme a mi mismo. Quizá por eso sólo derramé una lágrima verdadera cuando vi aparecer el fantasma de la nada.
Porque mis viejos me enseñaron que no hay nada mejor que demostrar cariño, antes que hablar de ello; que los convencionalismos, si los vez de cerca, no sirven de nada; que si sientes ganas de dar un riñón por alguien, pues estás bien encaminado.
Como le dijo Kelly Bundy a su hermano: "Podemos odiarnos y querer matarnos, pero si se meten contigo se meten con la familia".
* si, todas las fotos son mías, aunque no lo crean

5 Comments:

Anónimo said...

Once again me. Interesting point of view, besides I know more or less about it, but definitely what amazed me was reading that you went with your friend to that birthday so that she didn´t say that you are a bad person. If it is a joke as almost always, do I have to laugh? if not, give me a break.

Anónimo said...

Que anti conceptual urbano, observante de contratos implicitos familio-circulares incomodos.

La abuela presente .. 'mi abuela'

Seguire leyendo cuando la diferencia horaria me entregue luz de dia.

Anónimo said...

QUE PASA? INFERTILIDAD MENTAL?

Ilustre hijo de la maestranza San Eugenio said...

señor anónimo su tiempo es distinto al de mi buen amigo, espere un poco, entérese (si le interesa claro) de el ritmo de don concha.

le aseguro que obtendrá lo que necesita...y si no....bue ni modo.

Ilustre hijo de la maestranza San Eugenio said...

"del" perdón, ufff mi dislexia