viernes, julio 14, 2006

Sobre Jarmush, Komalah y las películas para hombres

Retomando la vida normal, y como un buen hombre que soy, fui al cine respondiendo el llamado de Jarmush. Así que me apersoné (en buena compañía) en el Hoyts y, pa variar, que me quedo helado ante una declaración de principios tal, que sólo quería quedarme ahí, sin ganas de imaginarme que todo eso delante podía pasarme (o podía estar pasando).
Murray, impecable. Como si luego de bajarse del avión que lo trajo de Tokio, se fuese a su casa en los suburbios. Sólido.
Pero lo que importa es la trama subyacente. La imagen de Murray tratando de ubicar una mirada cómplice, de alguien que le diera un poco de sorpresa, que le cambiara (no importa si para mejor o peor) el switch y diera un nuevo sentido a eso que había sido una vida completa.
Pero también es el problema totalmente masculino sobre el objeto y el sujeto del amor, es decir, el instante en que decidimos querer, amar, preocuparnos por alguien. Una decisión que es gratuita, que sólo tiene efecto en nuestro interior y que a nadie más le interesa.
Como dijo Maturana, cuando hacemos que el otro sea un ser válido en nuestra vida.
Y ese es el tema.
Mi amigo José Manuel Domínguez escribió en su blog sobre el Club de Komalah, un lugar en donde se juntan los kurdos para poder sentir que pertenecen a alguna parte (porque han de saber mis niños, que los kurdos son el pueblo más grande sin país que existe actualmente). Y el tema está ahí de nuevo: ¿cuál es la definición de pertenecer a algo? ¿Hay una marca en tu parte de nacimiento que diga que eres chileno obligatoriamente? ¿O de la U o del ColoColo? ¿O que tu familia es esta y no otra?
Decidir, eso es. Ir decidiendo, tomar la vida libremente y optar, haciendo que tu familia sea la que tu eliges. Bastante de eso sabemos los que estamos lejos de nuestros terruños.
Películas para hombres
Lo de Jarmush no es nuevo para mí. Hace tiempo que me da vueltas la cabeza esa graciosa idea de que por fin hay artistas que se atreven con el mundo masculino. Y no hablo de películas generosas en testosterona o escenas lúbricas a destajo. No.
Hablo de esos pocos que saben interpretar el verdadero mundo interior de un hombre del 2000, un loco que no tiene el aprecio de la "opinión pública", ya que es mal visto defender tus causas internas, a menos que seas visto como un machista (definición gratuita dada por generaciones de hijos e hijas de lo femenino).
Me acuerdo de cuando fuimos a ver "El camino del Samurai" y la casi pelea con, la que era hasta entonces, mi pareja. Ella no podía entender mi entusiasmo por una película en donde más que sentimientos o balas, estaba el suave murmullo de la amistad y el compromiso a la masculina, sin vueltas, sin mayores explicaciones.
Es por eso que me gusta Jarmush, porque las preguntas que de verdad nos corroen no van por el lado de la economia mundial, o las gomas de la pin-up de turno. Las verdaderas causas de nuestro conflicto con el mundo es que nos dicen que tenemos las herramientas, pero que el truco del mago lo tienen muy pocos.
Películas para hombres. Así como las mujeres tienen a Almodovar, pues que los hombres tengamos a Jarmush.

1 Comment:

Ilustre hijo de la maestranza San Eugenio said...

Notable, ¿que le puedo decir?.
Veamos de embriagarnos y arreglar la vida, aunque sea por joder